Vilde Frang, de nuevo excepcional

Ya fue candidata al primer puesto entre los estupendos solistas que nos visitaron hace un par de temporadas, y esta admirable joven noruega vuelve a optar al título tras su trabajo con el Concierto para violín de Britten, una de esas obras que, interpretada como ha hecho ella, corta el aliento. Y ni una respiración se ha oído mientras sonaba su cadenza, ni durante los largos segundos de silencio en que el público se ha mantenido tras su sobrecogedor final. Todas las notas y todos los sonidos que han brotado de las cuerdas, frotadas, pulsadas y percutidas de su violín, se han sumado para narrar con enorme sensibilidad y madurez esa historia de temor y sufrimiento, contando con la colaboración de una grandísima orquesta que, dirigida magistralmente por López-Cobos, ha sabido entrelazarse de forma casi mágica con ella, haciendo recordar los versos de la canción de Moustaki, «yo no sé dónde empiezas, tú no sabes dónde acabo». No ha habido propina, ni se pedía, ni procedía, porque los aplausos que les han hecho salir cinco veces (y no han sido más porque la orquesta se ha retirado) no perseguían una propina, muy poco adecuada tras lo que se acababa de vivir. Pero que vuelva pronto, por favor. Continuar leyendo

Aplausos para todos, pero, para Vilde Frang, todos son pocos

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Era previsible. Los niños que ocupaban las dos primeras filas de butacas del Auditorio, impecablemente silenciosos durante toda la sesión, han prorrumpido en aplausos al acabar el primer movimiento del Concierto para violín de Brahms. No han sido sólo ellos, porque buena parte del público se ha sumado a ese reconocimiento, y también se ha visto algún arco golpear la madera. Y no han sido aplausos breves, ni apenas se ha oído pedir silencio, porque, si ya es lo que piden los acordes con que la orquesta cierra la cadenza de ese movimiento, la interpretación ha merecido que siguiésemos todavía allí, aplaudiendo por los siglos de los siglos. Vilde Frang, blanca, floral y vertical, como una ondina surgida de las aguas, nos ha traído un mensaje de los dioses con un canto en el que su Stradivarius ha desbordado armonía, belleza y emoción. Y la OSCyL y Jaime Martin, muy atentos a la violinista, han hecho posible que nos llevase de su mano al cielo de Brahms. Concentrada como si no existiese otra cosa en el mundo, que no la había, y transmitiendo durante larguísimos minutos la insuperable emoción que la música es capaz de regalar y regala en algunas ocasiones, la cadenza ha sido tan portentosa como los veinte minutos previos. Y en tales ocasiones, cuando se hace el silencio, lo normal es estallar en aplausos.

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Brahms: Concierto para violín

Vilde Frang, OSCyL, Jaime Martín.
7 y 8 de Mayo de 2015

Joseph Joachim y Johannes Brahms se hicieron al instante amigos cuando se conocieron en mayo de 1853. Ambos hombres estaban en la veintena, pero mientras Brahms era un desconocido, con toda su gran música aún por llegar, Joachim ya era una celebridad, el violinista más brillante y prometedor del entorno. Joachim describió a Brahms como «puro como un diamante, suave como la nieve», recordándonos que la familiar figura corpulenta del compositor y su espesa barba fueron adquisiciones posteriores. Unidos por la música, se convirtieron en confidentes íntimos, disfrutando mutuamente de su compañía y compartiendo las cosas que amaban. Fue Joachim quien insistió en que Brahms conociese a los Schumann, una visita que cambió la vida del joven compositor: Robert escribió su última crítica presentando a Brahms al público, y Clara se convirtió en una confidente y una valiosa colega, si no más. Continuar leyendo